domingo, 22 de septiembre de 2013

Capítulo III : '' — Happy Birthday, honey.''




Hope

No las tenía todas conmigo cuando acepté que Kyle me hiciera un regalo sorpresa, pero cuando llegamos a un lugar que conocía más que bien y vi todo lo que había hecho, no me arrepentía de mi elección. Me llevó al Lago Mono. Me encantó pasar el día en el lago con Kyle; ese lugar era especial, nuestro. Y de la madre de Kyle.

Hacía ya seis años que su madre, Joan, había muerto. Por muy raro que parezca, nunca supe la causa de su muerte, pero apostaría mi brazo derecho a que no murió por una enfermedad. Ni si quiera estaba en un hospital cuando falleció. Kyle nunca mencionó la causa y yo nunca la pregunté por miedo.

Joan Hyde había sido como una madre para mí, así que fue un golpe muy duro cuando la perdimos con tan solo trece y dieciséis años. Pero sobretodo, fue muy duro para Kyle.

No habíamos vuelto al Lago Mono desde que Joan murió,  y sé que fue duro para mi mejor amigo volver después de tanto tiempo; incluso fue duro para mí. Pero lo hizo por mí, porque ese lugar guardaba toda mi infancia. Gracias a Kyle y a su madre pude tener una, más o menos normal.

Pero ni si quiera seis años bastaban para olvidarla, para olvidar el dolor de que ella no seguía viva y tú sí. De que ella no sería la que te echase de menos, sino tú. Ni diez años, ni toda una vida creo que bastasen para olvidar a alguien al que has querido tanto y se fue. Y ya no volverá, se fue para siempre.


Lo único eterno es la muerte.


Sí, puede que se te olvide a ratos, pero eso siempre está en tu mente, anclado. Un ancla no se ve pero sigue estando allí, clavada.

Tú mismo te proteges del dolor de su recuerdo, haciendo que tu cerebro lo guarde bien guardado en el rincón más oscuro y recóndito de tu mente, pero eso no basta. Sabes perfectamente que ni puedes, ni quieres olvidar a esa persona. Y cuando más mal te sientes, cuando lo único que puedes ver es oscuridad, tu cerebro deja de guardar ese recuerdo, de esconderlo para no sufrir, porque está cansado. Está cansado de guardar recuerdos como esos y otras cosas dolorosas. Es un peso que apenas puede soportar. Si ni tú mismo puedes, ¿cómo va a poder una simple masa viscosa de color rosa metida en tu cráneo?

En momentos del día, sentí como el cerebro de Kyle se derrumbaba bajo el peso de guardar el dolor e ignorarlo durante tanto tiempo. No, no se puso a llorar a pesar de que su madre estaba en cada granito de arena, piedra, soplo de viento, brisa fresca y trozo de cielo de ese lugar. Es imposible borrar un recuerdo, los recuerdos son pasados y el pasado ni se puede ni se podrá cambiar nunca. Y a veces es incluso mejor dejarlo como está, porque a pesar de todo, las cosas siempre pasan por algo.


Aunque maldigas a ese jodido algo.


Me sentí feliz, después de tanto tiempo; pero triste a la vez. Me sentía mal por Kyle. Yo no dejaba de pensar en su madre, ¿y él? Si yo pensaba tanto en su madre estoy segura que él no cesó de pensar en ella en todo el día. Incluso comprendí porque no derramaba ninguna lágrima a pesar de tener los ojos vidriosos; él llevaba tantos días pensando en Joan como tantos había invertido en pensar en mi sorpresa.

Todavía recuerdo como si fuese ayer el día en que la enterraron. Sé que Kyle va muy a menudo al cementerio, por no decir cada día desde hace seis años. Pero visitar una tumba no le hacía sentirla más cerca. Ella no estaba ahí, solo descansaba su cuerpo o lo que quedase de él. Ella estaba en cada lugar que había pisado e iluminado con su sonrisa, estaba entre sus libros, en ese lago, en el olor de la lluvia y del agua salada del mar, en los helados Ben and Jerry's, en las películas en blanco y negro de los 50 e incluso en el tomate frito; a Joan le encantaba el tomate frito.

— No logro imaginármela en la fosa. ¿Cómo es posible querer a alguien enterrado ahí abajo, en un agujero solitario, dónde solo hay frío, tierra y bichos? No debería ser así, no debería terminar de ese modo después de todo lo que ella fue. —Kyle habló, más para sí mismo que para mí, en un momento en el que los dos nos quedamos en un total silencio, para nada incómodo.

Yo no supe qué decir. ¿Estaría bien soltarle que ojalá su madre estuviera viva y no la mía? Esas palabras no cambiarían nada, no resucitarían a Joan y no harían sentir mejor a Kyle.


Es curioso como las palabras pueden cambiarlo todo y a la vez no tener efecto alguno.


Recuerdo ese fugaz momento en el que empezaron a echar tierra sobre el ataúd color caoba oscura, y Kyle quiso tirarse dentro de la fosa, y quién sabe, meterse ahí dentro con su madre. No, no hizo nada de eso, permaneció quieto y mirando como poco a poco la tierra se tragaba a una de las dos personas más importantes de su vida y que más amaba. Pero yo lo conocía bien y lo conozco bien; lo vi en sus ojos. Y lo sentí también. Todo lo que quería era ser él, el que estuviera siendo engullido por paletazos de tierra santa. Todo lo que quería era desaparecer.

Y así es como me sentía yo en este momento. Volvíamos a casa y yo debía enfrentarme a lo que nunca quise enfrentarme. ¿Por qué a mí? ¿Por qué yo? Algo muy malo tuve que hacer en otra vida para merecerme esto.

— ¿Sabes? Aun estamos a tiempo de dar media vuelta. — Kyle interrumpió mis melodramáticos pensamientos.

Pero aunque deseaba decirle que sí, volver al Lago Mono, construir una cabaña o algo y vivir ahí felices para siempre, no podía. No puedes huir de tu destino, tarde o temprano deberás enfrentarte a él. No puedes pretender que no está ahí, esperando a que te reúnas con él. En cuanto pongas un pie fuera, te atrapará. Y además, estaba el ''felices para siempre''. Eso era imposible. A penas puedes ser, y en contados momentos de tu vida, feliz de verdad, ¿cómo vas a serlo para ''siempre''?


Lo único eterno es la muerte.


— Sabes tan bien como yo que eso no podrá ser, Kyle. — susurré mientras miraba sin ver nada por la ventana del coche. Tampoco es que pudiese pararme a apreciar nada del paisaje a la velocidad que íbamos.

Nos quedamos callados por lo menos cinco minutos. Es extraño como no mencionó nada sobre lo que tendría que hacer ésta noche, no era normal en él. Debería estar nervioso y enfadado; sin embargo conducía distraídamente, pero yo sabía que eso solo era una fachada, y que tenía la mente en otro lado, aparte de en la carretera.

— El mundo no es una fábrica de conceder deseos, ¿verdad? — Kyle habló rompiendo el espeso silencio que se había formado entre nosotros. Me giré para mirarle y vi que apretaba con fuerza el volante, haciendo que sus nudillos se tornasen blancos. Me sonrió tristemente, sin apartar los ojos de la carretera.

No podía estar más de acuerdo con él.



 Justin


Estoy cabreado. No, no estoy cabreado, ni enfadado; estoy más que furioso. Si no fuera porque necesito a esos tres italianos hijos de puta, ya les habría atravesado sus minúsculos cerebros con solo una bala. Disfrutan con verme así, lo sé. Les gusta cabrearme y que no pueda estamparles la cabeza contra la pared. Y para añadir más hierro al asunto, el cabrón de Lucky no aparece por ningún lado.

Creo que la promesa de ésta mañana de no volver a beber tanto la voy a romper en unos minutos. No es la primera que no cumplo, ni la última que no cumpliré.

Me muevo de aquí para allá en mi habitación, con los brazos rígidos y los puños apretados. Tanto que me clavo las uñas en la carne blanda de mi mano, y eso es decir mucho, ya que apenas tengo uñas de tanto mordérmelas. Siento como tengo hinchadas las venas de la sien y del cuello y probablemente parezco un tomate andante de lo rojo que debo estar por la furia.

Empiezo a tirar cosas con violencia al suelo, haciendo que las más frágiles se rompan al impactar contra éste.
Miro la lámpara que acabo de estampar contra el suelo, o más bien dicho los trozos que se esparcen por éste. Era una lámpara bonita, y cara. Pero no me importa. Nunca me había gustado, era la típica lámpara que tendría un niño pijo adinerado en su habitación. Yo tengo dinero, pero para nada ese es mi estilo. La lámpara estaba hecha a mano y se notaba. Alguien había invertido mucho tiempo y esfuerzo en hacer ese objeto, y yo con un solo golpe lo había destruido.

Creas algo que puede tardar días, meses, semanas e años en completar su creación y con un solo movimiento, en un solo segundo, se destruye. Así, sin más. Como si nunca hubiese existido. Todo ese esfuerzo, toda esa dedicación, todo ese trabajo, todo ese tiempo. Un solo segundo.

Como una vida. Es curioso cuan mucho cuesta crear una vida y cuan poco cuesta destruirla. Nueve meses para crearla, un solo segundo para destruirla.
Muy irónico, ''Dios''.

Pero, ¿qué hago pensando en éstas mierdas? ¿En qué momento me he vuelto todo un filosofo? Tengo mucho estrés acumulado y necesito distraerme un buen rato. Relajarme. Y sé a dónde ir.

****

Unas horas más tarde, me encuentro en frente del Daily Planet, el burdel más famoso de Los Ángeles.
Y por supuesto, conozco a los dueños; Parker me debe muchos favores.

Nada más entrar percibo el olor del alcohol, el humo y el sudor. Y del sexo. Sobre todo del sexo.

Usualmente no pago por sexo. En realidad, nunca lo he hecho. No me hace falta y se sabe con solo mirarme. He venido varias veces a este tugurio, y ni una sola de esas veces he tenido que pagar. Es lo que tiene que el dueño te deba muchos favores.

Analizo el local. Siempre analizo cada lugar al que voy, detenidamente. El lugar y las personas que se encuentran en él. Es algo que me sale solo.

Es un local normal, dentro de lo que cabe llamar normal a un burdel. Está lleno de tíos fracasados, borrachos y feos, a los que con un bailecito ya les sacan más de quinientos dólares. Los típicos tipos que te encuentras en cualquier burdel o club de striptease.

Las chicas bailan en las barras, algunas desnudas y otras con poca ropa, pero dejan jugar a la imaginación tanto como las primeras; nada. No tienen ni un solo pelo en el cuerpo y suelen ser altas y delgadas, con unos pechos que no les corresponden a unos cuerpos tan delgados; incluso son demasiado perfectos, redondos y grandes. Operados. Hago una mueca, no me van las operadas.

Tengo que admitir que ese burdel tiene clase, por algo es el más famoso de la ciudad. Suelen tener a las chicas más guapas y bien dotadas, y Amy a decorado éste sitio para que tenga mucho... ¿glamour? Así lo llaman los pijos como ella.

El local es grande y estoy seguro que tiene aparte del primer piso y el segundo, otro más. Me recuerda a un casino, pero en vez de haber tragaperras, las hay sin el ''traga'' delante. Y las personas que lo frecuentan suelen ser el mismo tipo de gente.

Varias columnas de color oro bronce se extienden por la sala, hay unas escaleras que acceden a las habitaciones del piso de arriba, vigiladas por un gorila que mide por lo menos dos metros; no puedes subir a no ser que le pagues antes y traigas a una prostituta contigo. Claro está, una chica del local. Esto es como en los restaurantes, no puedes traer comida de fuera.

El burdel tiene un aire al estilo victoriano, y se nota que la construcción de éste lugar no ha salido barata, precisamente.

Al fondo de la sala se alzan unas columnas que sujetan como una especie de balcón, y desde abajo puedes apreciar el piso de arriba. Solo se ven las puertas de las habitaciones y un pasillo, bastante concurrido. Las puertas están cerradas, al menos, pero es fácil de adivinar que están haciendo ahí dentro. Por ahí debe de estar el despacho de Parker. Este burdel puede parecer otro más, pero no para mí. A mí no me engañan, llevo demasiado tiempo en esto. Puede que para la policía sí, aunque confío en que no sean tan idiotas de pensar que entre estas caras paredes no se cueza nada sucio, a pesar del negocio de la prostitución. Pero no tienen pruebas, en eso tengo que admitir que Parker y Adams son muy buenos. Ni si quiera los han podido pillar por forzar a las chicas a ejercer la prostitución.

Me dirijo a la barra, porque necesito un trago urgentemente. Bueno, dos. Quizás más. Le pido un Bourbon cargado al camarero y en seguida tengo el vaso entre mis manos. De un solo trago vacío el contenido de éste, a penas me quema la garganta ni la mitad de lo que debería hacerlo. La costumbre. Le pido al camarero que me vuelva a llenar el vaso, pero ésta vez lo bebo más lentamente, girándome para observar a la gente. Los miro, aburrido. Se me han pasado las ganas de follar. Últimamente, no sé qué me pasa. No me pone ver a ninguna de esas tías desnudas, no me ponen las prostitutas por muy buenas que estén. No me ponen los polvos fáciles. Y eso es raro, porque no hace mucho sí lo hacían.

Noto una mano en mi hombro. Es una mano que conozco bien. Ha estado en muchas más partes de mi cuerpo a parte de en la que se está posando. Me repugna su tacto y no sé por qué. Nunca lo había hecho. Dejo el vaso en la barra, después de vaciarlo y me giro hacía la despampanante chica.

— Hola. — a pesar de que me lo susurra lo puedo oír perfectamente bien por encima del ruido del local, gracias a su cercanía. Sus brazos rodean mi cuello y empieza a besarlo. Dejo que se divierta un rato mientras apuro mi vaso.

— ¿Cómo va todo, Bella? — sonrío cínicamente, ella me mira con el ceño fruncido.

— ¿Ahora te interesas por mí, Bieber? Llevas semanas sin venir a verme. — arruga su nariz, gesto que parecería tierno si no tuviera una gran cara de zorra. Me río ante su comentario y ella frunce más su ceño.

— Yo no voy a ver a nadie, preciosa. — tomo su mentón con mi mano y le guiño un ojo.

— A mí sí que me venías a ver. — replica.

— Bueno, por lo que ves, eso se ha acabado. — ahora soy yo el que frunce el ceño, Bella se aparta de mí, molesta y me mira con esa mirada que me hacen todas las chicas cuando saben que no soy hombre de solo una.

— Esto se acaba cuando yo quiera, Bieber. No creas que te vas a librar tan fácilmente de mí. — sonríe maliciosamente y yo la miro aburrido, estoy por dejar que se vaya pero me cabrea este tipo de gente.

La cojo bruscamente del brazo y hago que nuestras caras queden a centímetros.

— Escúchame pequeña puta, no sé si recuerdas bien quién soy. Tienes huevos para amenazarme, supongo que después de comerte tantos te han acabado por salir. No tientes a la suerte, preciosa, porque tienes todas las de perder. Si yo he dicho que esto se ha acabado es que se ha acabado, aunque ni si quiera teníamos nada. Follas bien, pero ya me aburres. Así que lárgate y guárdate esa lengua para las pollas. — mascullo molesto y la empujo. Ni si quiera me paro a ver su reacción y me voy dejándola con la palabra en la boca.

Me voy perdiendo entre la gente, observándola. ¿Por qué existen lugares así? ¿Por qué existe gente así? Aunque yo no soy más que ellos en realidad, pero la única diferencia entre ellos y yo es que yo sé lo que soy. Y en vez de ignorarlo, lo acepto. Nadie es de esta manera por obligación, pero siempre es el camino más fácil, ¿no?

Atisbo a ver entre los borrachos y las putas, una cabellera roja mal teñida que conozco más que bien. Con qué aquí estabas, pequeño bastardo.

Lucky está de espaldas a mí, con dos putas en cada brazo. Está también rodeado de tipos borrachos que ríen con sus bromas, para nada graciosas, pero eso es lo que tiene estar borracho. Con cualquier palabra te descojonas.

Mi boca se curva en una sonrisa maliciosa cuando una idea cruza por mi mente. Me aproximo a Lucky y lo cojo desprevenido por los hombros, echándolo para atrás y tirándolo al suelo fuertemente. Todos ríen, las putas lo miran con asco y se van. Solo queda el corro de gilipollas y nosotros dos.

— ¡¿PERO QUÉ PUTA MIERDA?! — Lucky busca a su agresor aturdido, se levanta rápidamente preparado para golpearme y justo cuando va a estrellar su puño en mi cara, se da cuenta de quién soy.

— Gran hijo de p… — lo interrumpo antes de que acabe la frase.

— Más respeto a mi madre, Gerard. — lo llamo por su nombre de pila y lo miro serio, intentando darle miedo porque lo acabo de pillar con las manos en la masa. Él intenta imitar mi mirada pero acaba riéndose, y yo le sigo no pudiendo aguantar más las miradas hostiles. Los tipos nos miran totalmente confundidos.

— Ven aquí y dame un abrazo, pedazo de marica. — me dice, me acercó a él y le doy un abrazo masculino, palmeando su espalda más fuerte de lo normal lo que hace que suelte un bufido.

— ¡La fiesta oficialmente acaba de empezar, señores! — Lucky se dirige a los tipos y palmea mi espalda intentando ser brusco, pero apenas me hace cosquillas.

Y sí, señores, la fiesta empezó en el momento en que he visto a este inútil que se hace llamar mi mejor amigo.


Hope

— Feliz cumpleaños, querida. — Amy se burló de mí y me miró con ese odio tan característico en sus ojos.

Señaló una bolsa que había al otro lado de la estancia con la mano en la que sostenía un cigarro, en la otra tenía un vaso con un líquido marrón oscuro; alcohol. Ojalá se muera de tanta mierda que se mete.

Os estaréis preguntando porque odio de esta manera tan fea a la que se hace llamar mi madre. Bueno, pronto lo descubriréis.

Caminé pesadamente hasta la bolsa y la abrí. Contenía un conjunto. Un corsé, que seguro era como cuatro tallas más pequeño que mi cuerpo y que no me dejaría respirar; unas medias de rejilla y unas bragas de encaje. También había unas botas largas y monstruosas. Nunca había usado tacones, así que estaba casi segura de que me iba a matar con esto puesto.  

Traje de prostituta.

Sí, mi madre es Amy Adams, una de los propietarios del Daily Planet, el prostíbulo más famoso de Los Ángeles.

Y yo esta noche tengo que ejercer de prostituta por deseos de mi queridísima madre.

Y pensaréis, ¿por qué no te niegas? ¿Por qué no huyes? Ya no eres una cría. Pero la verdad es que prácticamente lo soy, no sobreviviría ni un solo día en la calle por mi cuenta. Y prefiero fingir a ser violada. Sí, perdería esa noche mi virginidad con, posiblemente, un tío asqueroso, pero al menos no sería a la fuerza, o eso es de lo que intentaba convencerme a mí misma para sacarle algo ‘’positivo’’ al asunto.

— Te quiero a las once en el Daily Planet. Más vale que te presentes a esa hora exacta, ni un minuto más ni un minuto menos, en el despacho de Bruce, por tu bien. — dijo Amy mirándome fríamente, con asco. 

¿Cómo podía una madre odiar tanto a su propia hija? ¿Existe una persona capaz? Ah, sí, mi madre. Justamente me ha tocado a mí esa clase de persona como madre. Parece ser que alguien por ahí arriba me tiene un gran cariño. Me da asco hasta pensar que he salido de dentro de ella. Somos tan diferentes, somos todo lo opuesto que se pueda ser y en este caso para nada los polos opuestos se atraen. Si no fuese por el parecido físico que tenemos diría que soy adoptada o algo.

— Vale. — mascullé y me lleve la pesada bolsa a mi habitación.

Cerré la puerta con fuerza, enfadada. Enfadada con todo el mundo. Me puse a darle patadas a todo para evitar llorar. No quería llorar, no ahora, ni hoy. No en mi cumpleaños, no en mi día especial.
Me tiré encima de la cama y enterré mi cara en el cojín, ahogando un grito de frustración. Me sentía muy cansada, y poco a poco mis ojos se fueron cerrando.

****

Me desperté con el sonido incesante de golpetazos en mi puerta y gritos. Por suerte la había cerrado con llave nada más dar el portazo. Parecía que un ogro quería entrar en mi habitación y matarme, probablemente sería Amy.

La habitación estaba a oscuras, lo que me indicaba que había dormido bastante. Me levanté con pesar y caminé sin ninguna prisa hacía la puerta, teniendo cuidado de no pisar las cosas que había por el suelo. Era un desastre con lo del orden.

Abrí la puerta y me encontré a una Amy que me odiaba más que nunca, y no me sorprendió que no me importara una mierda.

— ¿A qué viene honrarme con tu presencia, querida Amy? — dije con sarcasmo. Últimamente me sentía más fuerte para llegar a tratarla como ella me trataba a mí.

Me pegó una bofetada. Eso dejaría marca, porque lo hizo con la mano en la que tenía más anillos. Dejaba marca y dolía más, pero no le di la satisfacción de saber que tanto me había dolido.

— No vuelvas a hablarme así, maldita mocosa. Son casi las once, ¿qué te dije? Ni si quiera estás lista aún. — me miró furiosa y sentí regodeo dentro de mí. Adoraba que se enfadara de esta manera. No estaba acostumbrada a no conseguir lo que quería. Puta malcriada. Levanté mi brazo hacía mis ojos, observando el pequeño reloj que llevaba entorno a mi muñeca. 10:53.

— Tú dijiste a las once en el despacho de Bruce. Ni un minuto más ni un minuto menos, solo cumplo tus ordenes, mami. — me burlé de ella y volvió a levantar su mano, más furiosa ahora pero la paré.

— Si me arruinas la cara ninguno de tus asquerosos clientes me querrá. — dije con voz firme y me aplaudí porque mi voz no titubeara. Ella me miró con mucho asco y bajo su mano. Me sonrío con malicia. La cosa no acaba aquí.

— Escúchame puta mocosa, no te pases de lista conmigo. No tendré ningún problema en deshacerme de ti si quiero. Por lo único que sigues aquí es porque has tenido la suerte de heredar mi belleza, así que sirves como puta. Pero te advierto, si me vuelves a desafiar, seas mi hija o no, te mataré. — no me dio ningún miedo es amenaza, me la había hecho cientos de veces y ya estaba acostumbrada. Como vio que ya no me asustaba eso la hizo enfurecerse más y jaló mi cabello, haciéndome mucho daño. No un simple tirón de pelo, un tirón de pelo que podía dejarte sin un gran mechón. — A mis clientes no le importan las putas calvas, ¿sabes? — río y me soltó, tirándome al suelo. — Préparate. Te quiero abajo en dos minutos.

Dicho esto, se fue. Cuando los repiqueos de sus tacones se apagaron, empecé a vestirme con esa mierda de conjunto. El puto corsé apenas me dejaba respirar, las bragas ni eran bragas, como si fuese sin ellas y las botas eran más monstruosas puestas. Apenas sabía caminar con eso, parecía un pato mareado.

Bajé y Amy me observó. Se río y me dijo que por suerte todo el mundo ya estaría lo bastante ebrio para no fijarse en mis andares de pato mareado que me hacían perder toda sensualidad.

Nos subimos en una de sus limusinas. Cómo le gustaba llamar la atención. La odiaba de una manera como nunca ha odiado nadie.

Llegamos al maldito burdel y Amy me guió entre los borrachos y las putas, los primeros me miraban con deseo, cosa que me producía náuseas, y las segundas me miraban con compasión, alguna cara conocida de tantas veces que he venido. Prácticamente crecí en este maldito local. Alguna que otra chica me saludó, yo me limitaba a sonreírles con tristeza.

Pasamos el control para las habitaciones donde un gorila más que un hombre, vigilaba. Llegamos a la parte del medio, al ‘’balcón’’. Desde ahí tenías una plena vista de todos y de todo. Continuamos hacía el estrecho pasillo por la derecha. Mientras pasábamos se oían gemidos y otro tipo de asquerosos sonidos. Llegamos a la puerta donde detrás se escondía la rata de Bruce, otro hijo de puta.

Entramos y nos encontramos con Bruce examinando a unas chicas. Principiantes, como yo. Todas estaban un poco alteradas. Todas eran pobres inmigrantes que habían llegado aquí sin nada esperando cumplir el sueño americano, chicas que nunca pensaron en recurrir a esto pero que las circunstancias la obligaban. Y Bruce siempre aparecía como un salvador a reclutar esta clase de chicas. Bruce las examinaba por calidad de pecho, culo, belleza, etc. Después de esto les daba un precio llamado cuota que tenían que recaudar durante la noche. Si no lo hacías, no quería ni saber que te pasaba. Normalmente el precio son $100 por cada servicio. Así que si tienes que recaudar $500, deberás acostarte con cinco hombres y eso si luego están dispuestos a pagarte tal cantidad.

Normalmente los que frecuentan este lugar les sobra dinero. Las prostitutas más bonitas son más caras, y las normales como he mencionado son las más baratas.

Bruce acabó con las cinco chicas, que calculaba no tendrían mucha más edad que yo. Se fueran todas corriendo, para no ser más acosadas por ese asqueroso tipo. Las entendía.

—Oh, mi querida ¿Hope? ¿Así es como quieres que te llamen? Qué absurda eres. — se burló de mi Bruce saludándome. Quería sacarle los ojos en ese momento. — Ven aquí, preciosa. — dijo con voz ronca. Asqueroso. Pedofilo.

No di ningún paso hacía él ni muestras de querer darlo, Amy me empujó y Bruce me sujetó por lo hombros. Empezó a meterme mano. Pero no era la primera vez.

Por suerte nunca se sobrepaso de caricias leves. Me querían más virgen que nadie, se supone que había gente que pagaba mucho por una virgen. ¿Cómo se puede ser tan asqueroso?

— ¿Qué dices, Amy? ¿$1500 en total, $300 por cabeza? — me dio un cachete en el trasero. Me sobresalté y quise patearle los huevos hasta reventárselos.

— $5.000 — sentenció Amy, sin titubear. ¡¿Qué?!

— ¿A cuánto por cabeza? — preguntó Bruce, sorprendido casi tanto como yo.

— No vamos a ser muy duros, $500. — sonrío mirándome.

¡¿QUÉ?! ¿Me tenía que acostar con diez asquerosos tipos que estuvieran dispuestos a pagarme $500 y siendo mi primera vez? Si creía que la odiaba mucho, imaginaros ahora. Quería que los dos se quemaran en eso momento, que alguien quien fuese los matase no sin antes torturarlos hasta que rogasen por sus muertes.

— ¿10 y siendo virgen? ¿No te parece excesivo? — si pensáis que Bruce se estaba preocupando por mí, no lo hacía. Quería que le durase toda la semana, y si estaba dolorida más me costaría fingir estar excitada o excitarme para que no me doliese y el cliente se enfadara. Podrían ser asquerosos, pero si pagaban por sexo no era para violar a la prostituta exactamente.

— He dicho $5000. No me importa como los consiga, quiero que los consiga y ya. — Se dirigió a mí —que nadie te de menos de $500, soy generosa, si no consigues eso por polvo es tu problema. — dicho esto, salió de la habitación. La seguí, pero no para hablar con ella, si no por miedo a Bruce.

Salí hacía el balcón y me recliné en la barandilla. Intentado respirar. Ya bastante me costaba con el puto corsé. Hice que mi pelo quedase delante de mi cara. Mi pelo con un mechón teñido de fucsia. Incliné mi cabeza y suspiré, mirando sin ver hacía abajo. ¿Por qué precisamente yo tenía que pasar por esta mierda? ¿Qué coño he hecho? No recuerdo haber matado a nadie, ni haber cometido ninguno de esos pecados capitales, o eso creo. ¿Qué he hecho mal? ¿Por qué a la gente buena les toca vivir infiernos mientras la mala vive en cielos? ¿Qué pasa con este puto mundo?

Realmente, quería morirme en ese momento. Y supongo que eso haría si no conseguía el maldito dinero.


Justin


—Eh, tío, ¡mira hacia arriba! — Lucky me grita para que le oiga entre todo el barullo. Miro hacia la dirección que él señala, hacía lo alto del balcón, pero no sé qué quiere que vea, hay demasiada gente. — Una puta deprimida. — empezó a descojonarse, pero yo aun seguía sin ver a la supuesta puta deprimida.

— ¿De qué hablas? — le pregunto mirándole confundido.

— No me jodas que me está haciendo efecto el alcohol y me lo estoy imaginando. ¡Mira, esa rubia de ahí! — vuelve a señalar el balcón, y entonces la veo. Justo cuando poso mi mirada en la chica, ella levanta la suya y si no son imaginaciones mías, se me queda mirando. Me quedo embobado un momento, hasta que se va hacia la izquierda del pasillo y sale de mi campo de visión.

— Tío, espero que no sueltes algo como ‘’acabo de ver a un ángel’’ porque esa frase me la reservo para mí. —miro a Lucky y veo que estaba tan embobado como yo. La verdad es que la chica está muy buena.

— Las mariconadas son todas tuyas. Es solo una puta más. — pero la verdad es que no sentía eso dentro de mí. Estaba sintiendo como una extraña atracción hacia esa chica de ojos tristes. Estaba un poco lejos para apreciar bien sus ojos pero la mirada que traía era devastadora. Por impulso me dirijo hacía donde está el gorila, Marcus creo que se llamaba, vigilando la entrada al piso de arriba. Me dirige una mirada aburrida y asiente, dejándome pasar. Me conocía bien ya. Subo las escaleras de dos en dos y cuando llego a la parte del medio, al balcón, camino hacia la izquierda, por donde se había escabullido la chica.

Oigo gemidos y otros ruidos provenientes de las habitaciones contiguas. Y de repente, oigo una voz, asustada.

— ¡Suéltame! — es la voz de una chica.

— Vamos, preciosa, vamos a pasarlo bien. — la voz ronca de algún tipo se oye clara en ese lugar, apartado del ruido de abajo. Arrastra las palabras, posiblemente por estar borracho como una cuba. Empieza a hipar y se oyen ruidos de besos mientras la chica ahoga una exclamación. Me acerco para observarlos mejor y veo que es la chica de antes. Me entra una rabia que ni sé porque la siento. Me dan ganas de golpear al cerdo. Aunque supongo que es el trabajo de la chica.

— ¿Ti-tienes $500? — balbucea la chica mientras cierra sus ojos, dejándose acariciar. Probablemente sea principiante, y además virgen. Veo que tiene unas marcas en su mejilla izquierda, por lo que parece de algún golpe. Espero que ese cerdo asqueroso no se haya atrevido a golpearla. Eso ni a una puta se le hace, si no yo ya habría golpeado mil veces a Bella. Siguen siendo mujeres. La chica parece estar al borde del llanto, pero tampoco puedo interrumpir y menos pelearme por una puta. Estoy por volverme abajo cuando oigo la voz del tipo.

— Luego hablamos de precios. — Ríe — no creo que una mocosa como tú valga tanto, me han dicho que eres virgen así que te propongo esto: soy lo más gentil que pueda y tú me lo haces gratis. — vaya, para estar bastante ebrio piensa con claridad. Pero eso no es justo. Sé cómo funciona el negocio aquí, así que incluso pagas más por una virgen. Este tipo no tiene el derecho de follarsela gratis.

— No. — la chica intenta empujarlo. Ahora parece más segura de sí misma. — $500 o nada.

— Yo quería hacerlo por las buenas, no me has dejado opción. — La acorrala contra la pared y empieza a besarla y a tocarla rudamente. A ella se le empiezan a caer lágrimas mientras intenta resistirse.

Hora de actuar.

Me acerco más y saco mi arma de detrás de mi pantalón, le quito el seguro mientras apunto al cabrón en la cabeza. Oye el chasquido y se queda parado. Se separa de la chica y me mira.

— ¿Qué mierda, tío? — me mira con miedo en los ojos. La chica está inmóvil contra la pared, observando la escena y no sé quien tiene más miedo, si ella o él.


Hope



Ese puto asqueroso me iba a violar y nadie vendría ayudarme. Por primera vez desde hace mucho empecé a rezar porque alguien lo detuviera, no quería perder mi puta virginidad así, no quería esto, preferiría morir a que ese cerdo me siguiera besando.

Y como si Dios o quien fuese hubiese escuchado mis palabras, se oyó un chasquido y con eso el puto cerdo se separo de mí, por fin. Respiré aliviada y miré qué lo había separado de mí, o más bien quién. Pero la tranquilidad se fue del todo en cuanto vi al muchacho que estuve observando antes desde arriba apuntando al cerdo con una pistola. Tragué saliva.

No me importaba si lo mataba, me hacía un favor, pero no delante de mí y como testigo. Además, ¿quién me garantizaba que yo no sería la siguiente después?

— La señorita dijo $500 y si no los tienes, más te vale que salgas cagando leches de aquí. — el cerdo no se lo pensó dos veces y se escabulló por el pasillo. Bien, ahora me tocaba a mí morir o que este también me quisiese para él. Al menos era guapo, piensa en eso Hope, es guapo y más o menos de tu edad.

— ¿Cuánto te piden? — dijo poniendo el seguro a su arma, sabía un poco de eso porque había vivido rodeada de ellas, y la guardó detrás de su pantalón, en su espalda.

—$500… — balbuceé.

— Eso ya lo he oído, ¿cuánto te piden de cuota para esta noche? — No había pensado con claridad en la pregunta, estaba bastante conmocionada. ¿Y a eso a él que le importaba?

—5.000 dólares. — murmuré, pero él alcanzó a oír.

— ¿En serio? Wow, Bruce se ha pasado esta vez considerando que eres virgen. ¿10 tíos en una sola noche? — hizo un silbido con su boca. Empezó a palparse los bolsillos tontamente, y yo pensé que sacaría otra arma y me mataría o me amenazaría con matarme si no le daba un polvo gratis. Cerré mis ojos esperando todo eso. Después de unos segundos, olí algo como a metálico y sentí que algo hacía cosquillas en mi nariz. Abrí los ojos y me encontré al chico moviendo un fajo de billetes en mi cara.

— Ten. — me dijo y me obligó a cogerlos.

— ¿Qu-qué sig-significa esto? — estaba un poco abrumada.

— 5.000 dólares. Pero no le cuentes a Bruce o Amy que te los he dado. Te dejo que te lleves el mérito de ganártelos. Qué pases buena noche.

Vi como empezaba a alejarse, mientras observaba el fajo con la boca entreabierta. ¿Por qué me daría 5.000 dólares por qué sí? Nadie da nada por qué sí.

— ¡Espera! — mi voz hizo que el chico se girará a mirarme, interrogante, con sus manos en los bolsillos. — ¿No quieres nada a cambio?

Él sonrío de una manera que hizo que mi estomago doliera. Era incluso más atractivo cuando sonreía. 

— No serías mala en la cama, pero no, gracias. No me va desvirgar a vírgenes. Consigue a un buen chico que lo haga y te aprecie y quizás después podamos hablar del tema. — Me guiñó un ojo y dicho esto desapareció por las escaleras.

Me quedé mirando el jodido fajo de billetes. Ni si quiera le había dado las gracias de lo agradecida y abrumada que estaba. Casi quería llorar de felicidad. Pero entonces oí unos pasos que se aproximaban y tuve miedo de que volviese a ser el cerdo, o Bruce, o Amy o quien fuese que quisiese hacerme daño alguno. Pero no, volvía a ser el chico.

— Por cierto, de nada. Y feliz cumpleaños, Hope.

No me dio tiempo a responderle. Ni a preguntarle cómo demonios sabía mi nombre. Que yo sepa las prostitutas aun no llevan en el uniforme de trabajo sus nombres. Pero de alguna manera él me conocía de algo, y yo sentía que también, porque hasta ahora no me había dado cuenta de lo parecido que se me hacía.


¿Quién eres?





*****

(Para aclarar algo, Justin tiene 21. Dije que tenía 19 pero me va mejor dejarlo así. También dije que muchos personajes tenían su edad, then es lo mismo que él, 21.)

Lo siento por la tardanza, pero es que se me borraron todos los archivos de mi ordenador, me deprimí (suena tonto pero no sabéis lo que jode) y me daba cosa escribir y bleh, no imaginación, no ganas, pues eso. Lo he hecho bastante largo para compensar. Hope you like it. 


viernes, 24 de mayo de 2013

Personajes.

A lo largo irán apareciendo más personajes e iré actualizando la lista.


Hope





Kyle Hyde




Amy Adams




Bruce Parker









Justin Bieber





Lucky
-Gerard Way






Simon and Sam Quinn



Sam




Simon




Scott Quinn


Sr. Blake
John Blake







Brooke Collins





Phoenix Williams





Jackie Black







Marina de la Cruz





The ''Triple S''


Sam, Simon y Scott



Antonio Jiménez







David Jiménez





Ainhoa Jiménez 




Jiménez's