Capítulo I: ''—Not everyday you turn eighteen’’

Una incesante melodía molesta me despierta. Alguien está intentando comunicarse conmigo. Busco el móvil a tientas, palpando la pequeña mesita color canela que hay al lado de mi cama en busca del maldito aparato. Mi mano lo encuentra. Se cae al suelo. Maldigo en voz baja a la fuerza de gravedad. Abro los ojos. Veo que aun es oscuro, pero está a punto de salir el sol. ¿Qué hora es? ¿Quién me llama tan temprano? Consigo alcanzar el jodido móvil que no deja de vibrar y sonar. ¿Por qué no lo puse en silencio? Ya puede ser importante, o pienso cortarle las pelotas a quien esté detrás de la maldita llamada. Deslicé mi dedo por la pantalla sin ni siquiera mirar quién era.

— ¿Quién cojones eres y qué cojones quieres? —dije, sintiendo mi voz pastosa y mi boca seca.

— Vaya, veo que hoy te has levantado con buen pie. —la voz, que inmediatamente reconocí como la de Kyle, río al otro lado del teléfono.

— Más vale que se te haya quemado la casa y que por salvar a tu querida Pussy —su gata, nombre original y su doble sentido precioso. Siéntase la ironía— tengas quemaduras graves de tercer grado por todo el cuerpo y ya no puedas valerte por ti mismo. Porque si no, iré a quemar tu casa y me aseguraré de que tengas esas bonitas quemaduras.

— ¿Cómo lo has sabido? Das miedo. Te estaba llamando para que vieneses a aguantarme la polla, tengo que mear, y se me han carbonizado las manos. —bromeó y otra vez su risa. Le mato.

— Ni en tus mejores sueños me verías aguantándote la polla. ¿Qué coño quieres? —me estaba cansando, y solo quería volver a dormir. Joder, solo eran las cinco y media de la mañana.

— Está amaneciendo y oficialmente ya es tu cumpleaños. Solo llamaba para ser el primero en felicitarte. —solté un bufido.

— Sabes perfectamente que eres el único que me ha felicitado y que me felicitará. Si es que me tengo que alegrar por algo. —ahora se escuchaba bufar a Kyle.

— Eres la persona más pesimista que conozco. —mentía, yo no era para nada pesimista.

— Sabes perfectamente que soy realista, y que intento ser siempre positiva. No me vengas con rollos. —hice rodar mis ojos, aunque Kyle no me viera.

— Vamos Lily, no todos los días se cumplen dieciocho años. Alégrate.

— No me llames Lily, —refunfuñé — ¿Por qué te empeñas en rebautizarme? —Siempre teníamos esta conversación, y yo sabía porque lo hacía. Le encantaba molestarme.

— Tú te auto-rebautizaste, ¿por qué yo no puedo?

— Porque no eres mi padre.

— Tú tampoco eres tu padre.

— Pero creo que tengo más derecho a elegir mi nombre.

— No pienso lo mismo.

— Imbécil.

— Lilith.

— ¿Sabes qué todo el mundo acepta el nombre que me puse y me llama por él? Tú eres el único toca cojones que se empeña en llamarme así.

— Y así será por los siglos de los siglos.

— Antes que pasar siglos y siglos contigo, me arranco los ojos con una cuchara.

— ¿Ves? Eres clavadita a ella. —volvió a oírse su risa modificada por estar hablando tras ondas expansivas invisibles.

— Oh, ¿es que acaso la conocías? —enarqué una ceja, aunque no podía verme, lo hice y esperaba que sintiera mi gesto.

— Pues claro. Ella en realidad dejo a Adam por mí. — no pude evitar reírme, este chico es increíble y no en el buen sentido.

Lilith fue la primera esposa de Adam, mucho antes que Eva. No fue creada como la segunda; Dios creó a Lilith de la misma forma que creó a Adam.

‘’Dios había dispuesto que Adam diese nombre a todas las bestias, aves y otros seres vivientes. Cuando desfilaron ante él en parejas, macho y hembra, Adam sintió celos de su amor, y aunque copuló con cada hembra por turnos, no encontró satisfacción en el acto. Por ello exclamó: «¡Todas las criaturas tienen la pareja apropiada, menos yo!», y rogó al Dios que remediara esa injusticia. Adam y Lilith nunca hallaron armonía juntos, pues cuando él deseaba tener relaciones sexuales con ella, Lilith se sentía ofendida por la postura acostada que él le exigía. «¿Por qué he de acostarme debajo de ti? —preguntaba—: yo también fui hecha con polvo, y por lo tanto soy tu igual». Como Adam trató de obligarla a obedecer, Lilith, encolerizada, pronunció el nombre mágico de Dios, se elevó por los aires y lo abandonó.’’

Kyle era judío y se sabía esa historia de memoria. Tantas veces me la repetía, que hasta yo me la acabé aprendiendo.

Lilith no quiso someterse a Adam, porque ella creía que era igual que él y merecía el mismo respeto. Abandonó por propia voluntad el jardín del Edén. Saliendo del Edén fue a dar a las orillas del Mar Rojo (hogar de muchos demonios). Allí se entregó a la lujuria con éstos, dando a luz a los lilim. Cuando tres ángeles de Dios fueron a buscarla (Snvi, Snsvi y Smnglof), ella se negó. El cielo la castigó haciendo que muriesen cien de sus hijos al día. Por eso dicen que ella es la madre de todos los demonios.

No es que no me guste el nombre, ni la historia. Yo no veo a Lilith como la mala, es más la admiro de alguna forma. Independientemente de que haya existido o no. Ella era fuerte y podía, quería y sabía decidir por sí misma; y Eva dejaba mucho que desear en ese aspecto. Kyle me llama así porque yo le recuerdo a ella. Está bien por su parte, pero yo tengo mi propio nombre y quiero que me llamen por él. Como él es el único que me llama así, se cree muy original y especial. Es un tonto. Pero bueno, es mi único y mejor amigo, y en el fondo le quiero muchísimo.

— Mira, no pienso quedarme de brazos cruzados el día de tu decimoctavo cumpleaños, Lily. No puedes dejar que esto te arruine los dieciocho. Me niego. — Kyle volvió a hablar después de que yo dejara de reírme y se formara un espeso silencio.

— Kyle, ¿cómo coño no quieres que esto me arruine los dieciocho? Esto es una puta mierda y lo sabes. — suspiré.

— ¿Dónde está la que se hace llamar ‘’Hope’’? ¿Dónde está la chica que siempre intenta verle el lado bueno a todo? — Eso mismo me preguntaba yo.

— Esa chica está cansada. Muy cansada.

— No puedes rendirte.

— No lo haré.

— Entonces, mueve tu culo fuera de la cama y baja para que te dé tu primer abrazo con dieciocho años. — colgó.

Bueno, era habitual que Kyle viniese cuando le apetecía a casa. Tenía una copia de las llaves, y a la que se hacía llamar mi madre le daba bastante igual que se presentara a las cinco de la mañana. En realidad, le daba bastante igual todo lo relacionado conmigo. Pero es algo de lo que ya estaba acostumbrada, después de tantos años.

Dejé el móvil en la mesita, aparté las sabanas que se cernían encima de mí e incorporándome, puse los pies en el suelo, haciendo que mi piel sintiera el frío que desprendía el mármol. Busqué con los pies mis zapatillas, unas ridículamente infantiles. Cruce la puerta de mi habitación y bajé rápidamente las escaleras. Me tiré encima de Kyle nada más verle. No me di cuenta de lo mucho que necesitaba que sus brazos me envolvieran hasta que lo hizo, riendo como siempre. Siempre reía. Pude oír su risa y como su pecho vibraba cuando escondí mi cara en él. Esa sensación siempre me había encantado.

No os equivoquéis, puede que parezca que me guste Kyle –y me gusta- pero no de esa manera que pensáis. Él es mi hermano, me da igual que no tenga mi misma sangre. Sé que el sentimiento es mutuo para los dos, simplemente soy su hermana pequeña para él. A simple vista lo podrías confundir por mi novio, podemos parecer una parejita feliz, pero la simple idea nos hace tener arcadas a los dos. Él siempre había sido mi apoyo, siempre había tenido un hombro dispuesto a que yo derramara todas mis lágrimas encima de él y no le importaba si le mojaba y manchaba la camiseta, el jersey o la camisa. Era el mejor mejor (repito mejor a propósito) amigo del mundo. Puede que todo el mundo diga eso de su mejor amigo o de su mejor amiga, pero yo sé que tengo el mejor de todos. Y estoy agradecida de que haya cosas en mi vida como él y que no todo sea mierda. Es una de las principales razones por las que sigo luchando y pensando que hay que ser optimista, aunque cueste. Siempre hay algo por lo que luchar o en lo que creer. Siempre.

— ¿Sabes lo que vamos a hacer primero? Vamos a ir a por tu regalo. — Kyle habló, haciéndome levantar la cabeza y mirar sus ojos azules, con los míos del mismo color, interrogante.

— ¿Qué regalo? No quiero ningún regalo. —fruncí el ceño.

— Claro que lo quieres. Y lo tendrás. Es una sorpresa. —sus labios se curvaron en una sonrisa pícara, que ya me conocía bien.

— No, no, no y no. Sabes que odio las sorpresas y más que me las hagas tú, a saber si mañana acabamos en África. —Kyle sería capaz, lo digo muy en serio.

— Me da igual lo que digas, te mereces un regalo y pienso dártelo. No seas tan exagerada. —dijo, medio riendo.

— ¿Tengo que recordarte que la última vez acabamos en AUSTRALIA? —dije, alzando la voz en la última palabra. Este loco me llevo a Australia, y yo pensando que era un club o una discoteca cuando me dijo a dónde íbamos, pero seriamente me llevo a AUSTRALIA, la verdadera. Pero eso es otra historia.

— Oh sí, fue un suplicio para ti. —ironizó e hizo rodar sus ojos azules. Suspiré. Hiciese lo que hiciese, quisiera o no, iba a tener esa sorpresa.

— Vale, muy bien. Aceptaré la estúpida sorpresa. —me rendí. — Pero casi son las seis de la mañana, y yo quiero dormir más.

— Me apunto a eso. —yo volví a rodar mis ojos y empecé a subir las escaleras, con Kyle detrás de mí. No era la primera vez que dormíamos juntos, a mi me encantaba dormir con él.

Programé la alarma del móvil para que sonara a las diez y media, por orden de Kyle. Nos metimos en la cama y él se quedó dormido de seguida, con un brazo rodeando mi cintura y abrazándome contra él, haciendo que mi espalda estuviese pegada a su pecho y nuestras piernas entrelazadas. Apenas unos minutos después, Kyle ya roncaba. Yo ya me había desvelado y no paraba de pensar en lo que mi mejor amigo me había dicho. Qué no todos los días se cumplen dieciocho años. Y es verdad. Yo quería disfrutar mis dieciocho, como todo adolescente normal con esa edad, celebrando una gran fiesta o saliendo con mis amigos a algún club a pasárnoslo bien y a celebrar que era un poquito más libre, o al menos se me consideraba legalmente más responsable para hacer lo que me viniese en gana. Pero la triste realidad dolía; yo no era una adolescente normal, y esa noche debía enfrentarme a mi mierda de destino, en vez de estar pasándomelo bien, y no tenía ningún amigo más aparte de Kyle. Mi vida era triste y sin embargo yo siempre intentaba poner la mejor cara que podía y la sonrisa menos falsa que tenía. Por eso me hice llamar Hope. Porque soy toda esperanza, a pesar de toda la mierda.